EL DILEMA GHIBLI: ARTE, INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA MORALIDAD DE LA INMEDIATE
Rodrigo Benavides
CEO
Danu Analítica
Desde su fundación en 1985 por los legendarios Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Toshio Suzuki, Studio Ghibli se ha consolidado como uno de los referentes más importantes en la historia del cine animado japonés. Su sello distintivo: historias profundas, mágicas, con personajes entrañables y una animación artesanal que rinde homenaje a la naturaleza, la cultura japonesa y la introspección humana (My Modern Met, 2023). Ghibli no solo ha marcado generaciones, sino que también ha sido un faro de resistencia ante la automatización del arte, defendiendo lo manual, lo auténtico y lo profundamente humano.
Sin embargo, en los últimos meses, el estudio ha sido protagonista de una controversia inesperada: la viralización masiva de imágenes generadas por inteligencia artificial que imitan su estilo visual. Millones de usuarios en redes sociales han subido sus fotografías personales para convertirlas en versiones "Ghibli" mediante herramientas de IA generativa. Esta tendencia no solo captó la atención por lo estético, sino por el dilema que plantea: ¿dónde queda el arte cuando puede ser replicado por un algoritmo?
La viralización del estilo Ghibli por IA
Lo que comenzó como una simple curiosidad tecnológica rápidamente se convirtió en una fiebre global. Usuarios de todo el mundo, incluyendo miles en América Latina, han usado estas herramientas para transformar sus selfies en retratos animados que emulan el trazo nostálgico y detallado de películas como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro. En Perú, por ejemplo, esta tendencia ha llegado al punto de que expertos ya advierten sobre los riesgos de privacidad, suplantación de identidad y problemas legales relacionados con derechos de autor (Infobae, 2025).
La paradoja es evidente: mientras el mundo celebra la facilidad con la que puede "crear arte", el verdadero arte —ese que lleva meses de producción, reflexión y emoción— se ve trivializado. Y Studio Ghibli, conocido precisamente por rechazar la industrialización del arte, se enfrenta ahora a una réplica masiva de su legado sin consentimiento alguno.
Ética, propiedad intelectual e inmediatez
El cofundador de Studio Ghibli, Hayao Miyazaki, ha sido históricamente crítico con la automatización del proceso creativo. De hecho, calificó la idea de que una máquina genere arte como una "afrenta al alma humana" (El Economista, 2025). Para Miyazaki y muchos otros artistas, el proceso es tan importante como el resultado. No se trata solo de imágenes bonitas, sino de la intención, la historia, el mensaje que hay detrás.
Este dilema ético se extiende más allá del estudio japonés. Las herramientas de IA que permiten crear arte en segundos están chocando con marcos legales aún insuficientes y con un comportamiento humano cada vez más orientado hacia la gratificación instantánea. Queremos todo rápido: fotos, historias, experiencias... pero pocas veces nos detenemos a pensar en las consecuencias. ¿Qué sucede con los derechos de los artistas? ¿Qué pasa con la propiedad intelectual cuando el código puede imitar el alma de una obra?
Como señala El Colombiano (2025), aunque la ley todavía se encuentra en zonas grises respecto a este tipo de tecnologías, el debate no puede postergarse más. El uso de estilos reconocibles como el de Ghibli para generar contenido sin autorización no solo es un problema legal, sino también moral. Estamos ante una generación que consume y produce a una velocidad sin precedentes, y eso implica una responsabilidad mayor.
El fenómeno Ghibli-IA es un espejo de nuestra época: poderosa tecnológicamente, pero confundida éticamente. Mientras las herramientas nos permiten alcanzar niveles de creación que antes parecían imposibles, también nos obligan a preguntarnos: ¿qué estamos sacrificando por la inmediatez? El arte no es solo el producto final, sino el camino recorrido. Y ese camino, al igual que las películas de Ghibli, merece ser respetado.
Desde una perspectiva analítica, como bien señalan expertos en datos y tecnología de Danu Analítica, este tipo de viralizaciones masivas reflejan, en muchos casos, un desconocimiento sobre la procedencia de los datos que los alimentan. La fascinación por generar contenido rápido y visualmente impactante no puede nublar la necesidad de un debate ético sobre el uso de modelos entrenados con obras protegidas. La inteligencia artificial no debería sustituir la creatividad humana, sino complementarla con respeto y responsabilidad.